Desde tiempos bíblicos es una ley universal que a un período de
vacas gordas le sigue otro de vacas flacas. Y todo parece indicar
que la realidad económica que nos rodea empieza a entrar en uno de
esos baches de los que, por fortuna, sabrá salir. De momento los
atentados y acontecimientos posteriores al 11 de septiembre han
puesto de manifiesto que la sólida economía no era tal y que
cualquier amenaza podía hacer que se tambalearan los logros de
varios años de crecimiento. La Comisión Europea ya ha rebajado las
previsiones iniciales, aunque también se ha apresurado a augurar
una recuperación para el año 2003. Así que al parecer "siempre que
otra catástrofe no lo impida" el período de desaceleración será
breve.
El problema en estos casos suele ser que la ciudadanía de a pie,
en tiempos florecientes, se lanza a comprar a crédito, sin pensar
que la sombra del desempleo puede estar acechando a la vuelta de la
esquina. Y qué decir de los miles de inmigrantes que se han llegado
hasta nuestro confortable primer mundo esperando salir adelante,
quienes encontrarán obstáculos insalvables para permanecer aquí en
condiciones dignas si las cosas económicas se tuercen.
La buena noticia es que España seguirá creciendo más que el
resto de los países europeos, lo que resulta necesarísimo si
tenemos en cuenta la distancia que aún nos separa de ellos en
términos de bienestar económico. Peor lo pintan para Alemania "uno
de nuestros principales mercados turísticos", que perderá gas a
marchas forzadas, aunque quizá lo compense el fuerte crecimiento
del Reino Unido.
En fin, que llega el momento de meditar un poco antes de
lanzarse a consumir sin medir las consecuencias.
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