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Tras dos meses de viaje y 1.500 kilómetros en bicicleta, un sentimento contradictorio se apodera de los mallorquines a su regreso a la Isla. Por una parte la alegría de volver a reunirse con los suyos y por contra la decepción de reencontrarse con la ardua monotonía y dejar de lado los paisajes de ensueño y las distintas culturas autóctonas. La última aventura de tres mallorquines, Jaume Brunet, Joan Brunet, Miguel Àngel Santandreu y Ramón Rosselló, y un catalán, Jordi Puig, por tierras aficanas ha fortalecido a estos jóvenes, física pero también emotivamente, puesto que les ha permitido conocer una cultura autóctona repleta de riquezas.

Partieron el pasado 11 de septiembre, con escaso equipaje y una profunda curiosidad, hasta Uganda donde iniciarían su personal cruzada. Pronto tuvieron que adquirir hábitos alimenticios bastante diferentes a los suyos, lo que provocó trastornos estomacales. Una vez recuperados, el Ruwenzori fue la primera cumbre que coronaron con gran satisfacción. Después fue el turno de Lanana, una de las tres cumbres del monte Kenia, cuya altitud es de 4.985 metros; Nelion y Batian, las otras dos, no fueron coronadas debido a la complejidad del ascenso.

El Kilimanjaro, la montaña más alta de Àfrica con 5.895 metros de altitud, fue el postre de esta aventura sobre ruedas. Un total de 70.000 pesetas por persona abonaron estos jóvenes para poder escalar este monte durante cuatro días -algo precipitado, porque lo normal es coronarla en un mínimo de seis días-. A pesar de la grandiosidad y el prestigio de esta montaña, los mallorquines se quedaron algo decepcionados porque, según ellos, la masificación de gente que presenta y la cuidada estructura de los caminos hacen de este tesoro salvaje casi una zona turística. Después de esta agetreada cruzada, los aventureros pudieron disfrutar de cinco días de relax en la isla de Lamu.