Un año atrás Balears vivió un sonado escándalo a raíz de la
noticia de que diversos organismos, entre los que se encontraban
tanto patronales como sindicatos, habían hecho un uso presuntamente
indebido de las subvenciones de la Unión Europea a los cursillos de
formación. El asunto se puso en manos de investigadores que debían
establecer si, en efecto, se habían cometido faltas que derivaran
en sanciones. Pese al ruido inicial, parece que no ha habido
novedades en el asunto, o al menos no han trascendido.
Y llama la atención, porque precisamente ahora una noticia
parecida salta a la luz: el Inem reclama trescientos mil euros a
las empresas especializadas en Balears en este tipo de cursos por
presuntas irregularidades, ya que se cobraron las subvenciones
europeas y los cursillos ni siquiera llegaron a formalizarse.
Al ciudadano de a pie, que soporta cargas impositivas
elevadísimas para sostener una enorme pirámide de burocracias
"desde su ayuntamiento hasta el Consejo Europeo, pasando por
consells insulars, Govern autonómico y Gobierno nacional", le
resulta increíble que su dinero se acabe diluyendo en triquiñuelas
y trampas que benefician únicamente a entidades que cometen estas
irregularidades a sabiendas.
La opinión pública exige explicaciones y no sólo eso, sino por
supuesto la devolución del dinero indebidamente apropiado, y las
sanciones que correspondan. De momento el tiempo pasa y sólo se han
resuelto tres de las 35 reclamaciones del año pasado y siempre a la
baja ateniéndose a que la normativa actual resulta «confusa», y del
14% del dinero que reclamaba Intervención se ha optado por exigir
sólo el 4 por ciento. En casos así, confusa o no, la aplicación de
la ley debe ser siempre ejemplarizante.
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