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El que parecía interminable sitio israelí sobre la basílica de la Natividad de Belén llegó a su fin, pero la paz está aún muy lejos de asentarse en la región. Casi cuarenta días después de que comenzara el asedio a la iglesia cristiana que se erige donde, según la tradición, nació Jesús, pudieron salir de ella los 123 palestinos que se habían refugiado allí huyendo del acoso del Ejército hebreo. La mediación norteamericana y europea se ha revelado imprescindible a la hora de promover acuerdos entre las partes enfrentadas, incapaces por sí mismas de establecer un punto de encuentro. Sin embargo, la salida que Europa ha buscado a trece de los árabes refugiados en Belén no puede satisfacer a nadie. Se trata de terroristas miembros de las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa, un grupo armado cuyo nombre ya lo dice todo. Todos ellos "el resto ha sido liberado o permanecerá en Gaza" irán a parar a cuatro países europeos en calidad de huéspedes cuya situación jurídica es, de momento, una incógnita, aunque algunos aseguran que serán libres en sus nuevos lugares de residencia. Italia, España, Grecia y Portugal, casualmente los países europeos más pobres, serán las nuevas patrias de acogida de estos terroristas.

Resuelto ya el escollo de Belén, todo parecía indicar que el proceso de paz podría volver poco a poco a su cauce, hasta que el último atentado suicida devolvió a las esperanzas su condición de inalcanzables. Israel "Sharon se entrevistaba con Bush en el momento de la matanza" se apresuró a anunciar represalias y movilizó a los reservistas del Ejército. Mientras la respuesta militar se aplazaba, cincuenta mil voces exigían en Tel Aviv la búsqueda de una senda de paz. Quizá sean indicios de que algo empieza, por fin, a cambiar en el polvorín de Oriente Próximo.