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Mallorca acoge este fin de semana una cumbre informal de medio ambiente que reúne a los ministros del ramo de los Quince. A pesar de las críticas y los «peros», y aunque no sea estrictamente oficial, desde luego se trata de una gran noticia. Especialmente cuando el lugar elegido es el escenario de un ambicioso proyecto medioambiental que saldrá adelante a través del cobro de la ecotasa.

Antes del encuentro, Francesc Antich recordó a los asistentes las características de los territorios insulares, a menudo pasadas por alto en los organismos oficiales: su fragilidad, los límites territoriales y su vulnerabilidad ante la presión humana y económica. Es bueno que los responsables del futuro inmediato de Europa escuchen esas verdades en un lugar que es, precisamente, paradigmático en este aspecto.

Quizá por eso se ha organizado una «contracumbre» paralela, en la que se denunciará la delicada situación ecológica en la que estamos inmersos y se abordarán en profundidad los aspectos más polémicos del desarrollo económico y urbanístico del continente.

Ciertamente, hay dos caras en esta moneda y mientras los políticos tienden siempre a resaltar los logros "que los hay" y a ocultar los fracasos, los movimientos alternativos querrán siempre hacer lo contrario. No es negativo. Se trata, sencillamente, del equilibrio natural.

Lo que sí es necesario es que este tipo de cumbres no se queden en la superficie de los problemas y se limiten a salir en la prensa, sino que en verdad se analicen los conflictos y se busquen las soluciones que la ciudadanía reclama para asegurar un futuro medioambiental que, por el momento, no está demasiado claro.