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El Festival de Eurovisión es un acontecimiento que España ha despreciado injustamente estos últimos años. Ha tenido que llegar una productora con un programa de televisión bajo el brazo "es decir, con dinero en los bolsillos" para que el ente público eche el resto por ganar. Este evento se vive con pasión en el resto de Europa; a los países nórdicos se les va la vida en él, los británicos le conceden importancia continental; en Francia, su representante siempre es una futura estrella de la canción, y en Alemania quieren ganar a toda costa.

Estos son los que buscan siempre el triunfo, pero es que el resto sólo viene a participar, pero aprovecha, salvo España, para dejarse ver, promocionar su país, intentar dar la sorpresa o, simplemente, estar presentes en el que consideran el acontecimiento musical del año en el mundo. Es el caso de delegaciones como Croacia, Grecia, Rumanía, Bosnia, Eslovenia, Austria o Chipre, entre otras. A estos hay que añadir la multitud de países que quieren estar presentes año tras año pero que finalmente no lo consiguen.

Sólo son cuatro los que tienen plaza segura año tras año: España, Francia, Reino Unido y Alemania, que son los cuatro socios de honor y los que ponen más dinero a la organización. De esta edición sólo los diez primeros, sin contar los cuatro antes mencionados, tendrán sitio el año que viene. Estarán 14 más 10 nuevos. En definitiva, miles de europeos se desplazan hasta la sede eurovisiva año tras año para «enloquecer» durante una semana. En cuanto a los medios de comunicación, decir que en Tallín, sin contar los 145 periodistas españoles que finalmente se han desplazado hasta aquí, hay 800 periodistas, llegados de cualquier parte del mundo, incluso hay uno de Sudáfrica, tres de Australia, y ocho de los Estados Unidos.

Musicalmente, la cosa sigue en esta misma línea de espectacularidad. En Estonia hemos visto a las principales estrellas de cada país "por fin, incluida la de España", unos grandes cantantes, muchos de ellos geniales, como el belga Sergio, que ha causado sensación con su «cañero» Sastre; las potentes y espectaculares suecas de Afro-dite, que a pesar de ser acusadas de plagio, han demostrado con creces su extraordinaria calidad sobre un escenario. Su canción Never let it go contiene en su estribillo 7 compases (8 es lo máximo permitido) de la canción Ta paidia tou Peiraia (Los niños del Pireo), compuesta por Manos Hadjidakis e interpretada por la griega Melina Mercouri.