Magdalena Kusserow es una mujer que derriba el mito de frialdad
del carácter alemán. Domina el castellano casi a la perfección, y
no para de hablar y de mostrar fotografías de sus dos hermanos
asesinados por los nazis a los 20 y 25 años respectivamente. «Al
mayor lo fusilaron y al otro lo decapitaron porque Hitler pensaba
que tenían que ahorrarse balas para el frente y no hacía falta
malgastarlas fusilando», dice sin inmutarse. «Se habían negado a
luchar en la guerra dado que nuestra religión prohíbe el uso de las
armas», concreta.
Por contra, Ruth Danner no habla castellano con fluidez. Los
padres de Ruth, que vivían en la localidad frontera con Francia de
Alsacia-Lorena, también eran testigos de Jehová «una religión que
estaba proscrita entonces en Alemania». Los padres de Ruth
«ayudaban a otros perseguidos y nosotros sabíamos qué les pasaba a
aquellos que lo hacían, aclara Ruth. Ruth pasó por seis campos de
concentración de los cuales «el peor fue el de Frankenstein. «En
aquel campo incluso los niños de tres años tenían que trabajar para
ganarse el pan».
Kusserow tenía, al llegar Hitler al poder en Alemania en 1933,
tan sólo 9 años, sin embargo, según recuerda «lo peor llegó en
1936, cuando empezaron las persecuciones fuertes contra los
testigos de Jehová».
Los padres de Magdalena, que tenían 10 hijos más aparte de ella,
fueron detenidos y condenados a prisión por «negarse a contribuir a
la maquinaria de guerra nazi y a saludar con el reglamentario Heil
Hitler. Además, «nos presentaron un papel a todos los de mi familia
para que firmásemos renunciando a nuestra religión. Todos nos
negamos».
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