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Pep Roig
En esta ocasión, para las nuevas marquesinas de las paradas del autobús urbano, el Ajuntament de Palma se ha decantado por un diseño contemporáneo, en el que la simplicidad de las formas contrastan con las recargadas y polémicas farolas que se instalaron en las principales vías comerciales de Palma, como si hubiera una independiente bicefalia en la toma de decisiones sobre el mobiliario urbano, y uno de los emisferios cerebrales se encontrara anclado en el siglo XIX y el otro en el presente.

Las nuevas y funcionales marquesinas tiene como cubierta una serie de módulos que se superponen unos con otros para formar un techo lo suficientemente tupido para resguardar del sol y de la lluvia a los usuarios que aguardan la llegada del vehículo público. «Parecen platillos volantes de la guerra de las galaxias», contestó un ciudadano al ser preguntado por Ultima Hora, «pero está muy bien, porque es muy moderno y concuerda con lo que han hecho en la plaza de España, que a mí no me gusta», continuó diciendo.

«Daba la sensación de que nos mojaríamos, pero por ahora parece que no es así. Veremos que pasa cuando el viento sople de frente, pero eso también pasa con las antiguas», contesta una usuaria.

Otro usuario comenta favorablemente la información que les llega por el panel electrónico instalado en el interior del habitáculo. «Veremos cuanto tiempo dura todo esto, porque me parece muy frágil y como no pongan mucha más vigilancia de la que hay pronto lo veremos todo roto y pintarrajeado, porque sobran gamberros y faltan policías».

Tal vez la peor crítica se lo lleven los asientos instalados en el interior de las marquesinas. «Es mejor que haya bancos en los que quepan todos los que estamos esperando. Ahora sólo hay asientos individuales, sujetos de dos en dos a los postes de sujeción», dice una señora.

Otra difiere del resto, «no me gusta esto tan moderno, porque parece una discoteca. Una ciudad como Palma debería tener cosas más serias, más acordes con las casas y los edificios tradicionales, que es lo que más les gusta a los turistas y Mallorca es una isla que vive del turismo».