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A medida que van pasando los días, semanas y meses, la proporción de la catástrofe del «Prestige» se hace más patente. Los que la pasada semana estuvieron en Camariñas, acompañando la expedición oficial de Balears para participar en los actos de la Mostra do Encaxe, quedaron boquiabiertos porque «nunca, por mucho que habíamos visto imágenes en los periódicos y en televisión, me hubiera imaginado que esto fuera así, tan terrible», dijo uno de ellos al enviado de Ultima Hora. Los espectadores, que no los voluntarios de les Illes que allí trabajaban, no entendían cómo se estaba propagando la noticia de que todo está solucionado, que las playas están limpias y que en la costa apenas quedan huellas del chapapote, y que por eso se estaba poniendo coto a la llegada de nuevos voluntarios. Los de Balears saben que eso no es así, y que ahora queda la tarea más dura de limpiar piedra a piedra. El método de trabajo ha variado, pues si al principio se trataba de ir llenando desde abajo los capazos y a continuación subirlos mediante la cadena humana formada, ahora se trata de ir cogiendo una piedra (un «bolo» como allí les llaman por su redondez), quitarle el fuel oil impregnado y depositarla en la otra parte de la «trinchera» que se ha ido formando y que delimita la zona contaminada de la que ya ha recibido tratamiento.

Al principio era un trabajo que requería un gran esfuerzo, que se compensaba por la gran cantidad de toneladas recogidas. Ahora es un trabajo que requiere paciencia y no queda, en peso, constancia de la tarea bien hecha, pero no por ello de menos mérito. Balears, Madrid y Valencia son las únicas comunidades que respondieron a la llamada de los gallegos, y en Camariñas, en cuyo Ayuntamiento aún ondea la bandera de les Illes, no paran de agradecerlo. Pero al mismo tiempo se critica a los pescadores del propio pueblo, a otros del entorno marítimo (y al Gobierno, que les subvenciona sueldos superiores a los que percibirían en su actividad pesquera), que ni se acercan a la costa para colaborar con los voluntarios que han venido de otras regiones para ayudarles.
Pep Roig