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Apenas queda nada de los múltiples pequeños comercios, industrias y talleres que hasta no hace mucho tiempo mantenían viva esta vieja zona de Palma que tiene la fue provocado por el cambio económico con que el turismo de masas, principalmente, nos obsequió. Las viejas casas de alquiler barato fueron abandonadas por sus antiguos moradores, que se desperdigaron hacia la ciudad moderna del ensanche, con pisos nuevos de mayor o menor categoría, pero que calle de la Missió como referencia. También el vecindario ha cambiado, y todo ello a causa del común proceso de «desertización» de los viejos barrios de Palma que tenían todos los servicios (agua corriente fría y caliente, lavabos, bañeras, duchas) que la nueva sociedad exigía, puesto que los nuevos tiempos llevaron nuevas costumbres, y ya no era suficiente con lavarse una vez cada semana o cada quince días. «Aquí donde ahora está la guardería s'Estel había un lavadero a donde las mujeres venían a lavar la ropa en las picas. Pagaban un tanto y luego se la llevaban a su casa, o a la de otros, porque había mujeres que lavaban ropa de otras casas», explica Mateu Martorell, propietario del Bar España de la calle dels Oms, uno de los más antiguos de los que actualmente existen en la ciudad. «Este bar es conocido popularmente como Can Vinagre, y no es porque tenga algo que ver con mi familia, sino con los anteriores propietarios, los que traspasaron el bar a mi padre en 1929», cuenta Mateu mientras recorremos las calles de la zona.

Nuestro interlocutor andaba muy atareado preparando las fiestas del Carme, que antaño, en las décadas de los 50 y 60, fueron consideradas, si no la mejor, una de las mejores fiestas patronales de Palma. «Ahora ya no es como antes, porque muchos de los actuales residentes son gente que poco tiene que ver con la historia del barrio. Antes se vivía aquí, en la calle, porque era una zona muy viva y todo el mundo colaboraba en hacer los adornos, las serpentinas las banderolas, los farolillos; por eso era posible organizar aquellas fiestas. Pero ahora la mayoría de gente está en sus casas, casi nadie se conoce, y cuando organizamos los actos de las fiestas viene más gente de otros sitios que los del propio barrio», se lamenta.

«Aquí había una tienda de comestibles, aquí un bar, y aquí una fábrica de fideos», continua indicando, y se para ante una casa que está tapiada y a través de una de cuyas ventanas abiertas se observa el irreversible estado de ruina interior. «Aquí vivía el escultor Mir, y allí (señala un portal de la derecha) tenía el taller». Tapiado está también el edificio en el que vivían dos «cacahueteros», que tanto abundaban, trasportando y pregonando sus golosinas (frutos secos, regaliz, caramelos, manzanas confitadas, helados y otros productos) por las calles de Palma. Los pequeños bares también han cerrado, lo mismo que el taller de carpintería, y el Hostal Venecia ha sido reconvertido en un edificio de viviendas, pero aún se puede ver el rotulo de la vieja papelería, también cerrada, anunciando que se cambian novelas y tebeos.