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Palmira, Torà y la Romana constituyen las tres playas de Peguera, cada una con características y atractivos diferenciados que van desde una tipología remansada de tipo urbano a la cala abierta al mar en un paraje con mayor calidad ambiental y residencial. Los orígenes de esta urbanización se remontan a los años 30, época de la que restan interesantes edificios pioneros del turismo como el antiguo hotel Malgrat, ahora restaurante, o el reformado Carabela, junto a diversas villas particulares, en primera línea de mar. Antiguamente, Peguera era una zona boscosa en torno a la possessió de la cual deriva su denominación y de cuya fisonomía primigenia ha heredado su carácter profusamente arbolado. Particularidad que, junto a la baja altura de la mayoría de edificios y a una más discreta ubicación de las construcciones de mayor volúmen, le ha otorgado un carácter más acorde con los gustos de un turismo alemán de mediana edad que busca aquí cierto relax. Aspecto conseguido en buena medida tras la peatonalización de la carretera vieja de Andratx, convertida en un agradable paseo bajo los árboles.

La playa de Palmira posee asimismo una vía peatonal que discurre a lo largo de toda su concha de arena y es la que aglutina una mayor concurrencia. En su centro destaca la paisajística estampa del hotel Villamil, gran clásico de los años 50 que conserva intacto un peculiar sabor romántico inspirado en el medievo mallorquín, con pista de baile y música en vivo en una de las más bellas terrazas de pinos frente al mar. Una punta rocosa divide esta playa de la de Torà, que conserva su antiguo pinar y comunica por un sendero litoral con la de La Romana, dominada por la planta hotelera más moderna.

Gabriel Alomar