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El Govern balear quiere prohibir la venta de cualquier bebida alcohólica a partir de las 12 de la noche en los comercios cuyo horario de cierre posibilita su venta; es decir, gasolineras y establecimientos que permanecen abiertos todo el día. La propuesta, no cabe duda, es positiva, teniendo en cuenta que completa de alguna forma la actual Llei de Comerç, que ya prohíbe la venta de bebidas alcohólicas que tengan más de 18 grados a partir de las 00.00 horas en los comercios. A partir de ahora, no se podrá vender ni una cerveza, salvo en bares, cafeterías, restaurantes y discotecas. Y en las máquinas expendedoras situadas en la calle.

Estamos ante una normativa antialcohol que, evidentemente, limita el derecho de los ciudadanos mayores de edad a abastecerse de bebidas alcohólicas, incluso cuando quieran hacer un uso moderado de las mismas. Igualmente, es cierto que no se podrá evitar que jóvenes y mayores se sigan embriagando si toman la precaución de proveerse de bebidas antes de la medianoche.

Pero vista la gravísima problemática que supone la adicción al alcohol, con sus terribles secuelas en la vida familiar y en la carretera, no cabe más opción que apoyar cualquier medida que restrinja el acceso a su consumo. Es particularmente sangrante el caso de los jóvenes que practican el «botellón» todos los fines de semana en plena calle. Las autoridades deberán intervenir para evitar el lamentable espectáculo del consumo de bebidas alcohólicas en la vía pública, unos artículos adquiridos en supermercados, gasolineras y tiendas que cierran a altas horas de la madrugada. Detrás de ese hábito no hay otra cosa que la posibilidad de «colocarse» en compañía a un precio asequible y a poca distancia de las discotecas, adonde acuden convenientemente entonados. Ésta es la triste realidad que comporta el alcohol y el principio de un camino que puede tener fatales consecuencias.