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Los payeses dedican estos días sus últimas horas a los trabajos de la vendimia, una labor cansada pero que trae mucha alegría al campo. Antiguamente, los vermadors aprovechaban esta época del año para reunirse con amigos y familiares y charlar mientras trabajaban. Así, el trabajo resultaba más llevadero. «Ahora las reuniones son multiculturales», explicaba Maties Pizà, que trabaja en Vinyes Binigarau (Binissalem) de la que es propietario Miquel Batle Pastor. Este trabajador desde siempre ha vivido en el campo y recuerda que «durante la verema nos juntábamos y hacíamos una gran fiesta donde no faltaban los fideus de vermar; ahora hay gente de muchas nacionalidades y esto nos enriquece a todos».

En estos últimos años ha aumentado el número de hectáreas dedicadas a este cultivo y con ello las relaciones en el trabajo. Binissalem ha pasado de tener 300 hectáreas dedicadas a la viña hace cuatro años a las 600 actuales. En estos momentos, el propietario de la Vinyes Binigarau tiene contratadas a doce personas de la comarca e inmigrantes para los trabajos de la vendimia. Los payeses inician su jornada laboral a las 8.30 de la mañana hasta las 13.00 horas para reiniciar su trabajo a las dos de la tarde hasta las seis y media. En la mayoría de viñas se paga entre 5,30 y 6 euros la hora.

En la finca de Miquel Batle hay un buen ambiente a pesar de ser una de las temporadas de más trabajo. «Me gusta todo, desde la plantación, el crecimiento de la planta y la verema», comentaba Jaime, un inmigrante que hace tres años que se dedica a esta labor. A diferencia de las viñas antiguas, las viñas de Binigarau disponen de espalderaque permite a los trabajadores realizar su trabajo con mayor comodidad. A pesar de ello, Matias Pizà se queja «porque es un trabajo que nos destroza la espalda».

C. Moreno