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Con el acto de apertura del año lectivo 2003-2004 se inicia el curso en la Universitat de les Illes Balears (UIB) con la evidente constatación de que el porcentaje de alumnos matriculados es muy inferior al del resto de las comunidades autónomas del Estado (sólo un 24 por ciento de los jóvenes de entre 18 y 25 años frente al 44 por ciento a nivel estatal) y con el importante reto que apuntaba ayer en su discurso el rector de la UIB, Avel·lí Blasco, de adaptarse al espacio europeo de la educación superior, lo que conlleva importantes modificaciones tanto por la reducción del número de carreras como por la supresión de la división entre diplomaturas y licenciaturas.

Por lo que se refiere a las matriculaciones, la reflexión nos lleva a la conclusión de que son todavía muchos los que deben abandonar Balears para estudiar carreras que no se imparten en las Islas, como por ejemplo Medicina, Arquitectura, ingenierías, Periodismo... Y, por otro lado, la oferta actual de la UIB puede no ser lo suficientemente atractiva para los jóvenes que desearían quedarse en las Islas. Realmente, lo que está en crisis, a ojos de muchos jóvenes, es lo que la Universitat les puede aportar de cara a su futuro. Prefieren un dinero rápido y fácil que un diploma dentro de cinco años. Sin olvidar tampoco que los elevados niveles de fracaso escolar en los estadios previos son determinantes también en este aspecto.

El objetivo apuntado por el rector de pasar del modelo de clase magistral a otro basado en las tutorías, las prácticas y los trabajos, puede suponer, sin duda, un mayor aliciente para el alumnado, por cuanto supone de participación y de enriquecimiento intelectual. Pero si se quieren fomentar los estudios universitarios, puede que con ello no sea suficiente. Por ello es fundamental que la UIB siga reflexionando sobre cuál es el papel que debe desempeñar una universidad en el siglo XXI y cómo debe adaptarse a las nuevas necesidades.