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Josep S., de 31 años de edad, casado y padre de una niña de corta edad, vive, desde su adolescencia, un trastorno de alimentación que le hace alternar largos períodos de anorexia con etapas de bulimia en la que «como sin parar y después vomito lo que he comido y vuelvo a empezar».

«Reconozco que mi caso es, tal vez, un poco peculiar porque soy un hombre, cuando los trastornos de alimentación se asocian más a las mujeres, pero sigue los patrones básicos de cualquier trastorno de alimentación», comenta Josep y añade «yo era un niño de 10 o 12 años, un poquito gordo y ahora me doy cuenta de que muy sensible y me afectó que mis compañeros de clase se metieran conmigo por mi aspecto físico».

«Practicar deporte no era lo mío, era de los últimos en llegar en cualquier carrera o si iba en bicicleta siempre el que más me cansaba», explica Josep y reconoce que, por todo ello, aproximadamente a los 15 años pensé que tenía que cambiar de aspecto físico. Cambié de colegio y pensé: Me fabricaré un Josep nuevo».

Y así empezó a hacer dieta, apuntarse a un gimnasio, salir con los amigos, arreglarse más. Hasta los 16 o 17 años, «en que la situación se me escapó de las manos» eliminando de su dieta bollería, helados y «reduciendo y reduciendo la comida, hasta que entras en una fase, de anorexia restrictiva, en la que simplemente dejé de comer y mis ojos no veían que yo casi no comía y pensaba que los demás comían igual que yo, cuando no era así, yo no comía lo suficiente para llevar una dieta equilibrada», añade Josep.

Esta situación de extremo control sobre todo lo que comía le dió una sensación «de falso poder», pero Josep dice que después de tantos años se ha dado cuenta de que «no es una sola cosa lo que te lleva al trastorno de alimentación, hay muchas factores que influyen: la opinión de los demás, una baja autoestima, ganas de revelarse, son muchas cosas unidas», apostilla.