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El asesinato del español José Antonio Bernal, agregado de información, dependiente del Centro Nacional de Inteligencia, de la Embajada española en Irak y sargento mayor del Ejército del Aire, constata de nuevo el desorden y la inseguridad que reina en las calles de Bagdad, caos anunciado desde múltiples frentes desde hace meses, casi coincidiendo con el final de la guerra. Con la muerte de José Antonio Bernal ya son dos los españoles asesinados en la postguerra. Hace dos meses falleció el capitán de navío Manuel Martín Oar, en un terrible atentado indiscriminado realizado en la sede de Naciones Unidas, en Bagdag. Ayer, fue un atentado selectivo e igual de sangriento el que se cobró la vida de José Antonio Bernal. Ha sido un atentado premeditado contra un representante de España, con todo lo que ello signfica.

Irak se ha convertido en una zona muy peligrosa en la que no se atisba una solución a corto o medio plazo. Seis meses después de terminada la guerra contra el régimen de Sadam, la situación que se vive en Irak es extraordinariamente difícil. El país necesita ser dotado de los mecanismos suficientes para instaurar un nuevo régimen democrático. Pero es obvio que no se dan las circunstancias que permitan pensar en una solución pacífica en breve plazo. Hoy por hoy, Estados Unidos y sus aliados, entre ellos España, están en un callejón en salida. Ganar la guerra fue fácil por la gran maquinaria bélica de EE UU, pero lo difícil es la postguerra, con un reguero continuo de víctimas occidentales e iraquíes.

El asesinato de ayer es un factor más de preocupación para la sociedad española, consciente del peligro que corren las tropas españolas situadas en Diwaniya y Nayaf. A nadie se le oculta que en cualquier momento un convoy español puede ser atacado. Las postguerra en Irak se ha convertido en un polvorín que puede estallar en cualquier momento.