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La Comunidad de Madrid se encuentra en la recta final de la campaña electoral, una campaña en la que los políticos se juegan el pase a las elecciones generales con seguridad o con auténtica incertidumbre. Por eso, Madrid se mueve a ritmo frenético: los máximos líderes del PSOE y del PP, además de los directamente implicados Rafael Simancas y Esperanza Aguirre, se están implicando de lleno en unos comicios que pueden devolver la euforia a los socialistas o mantenerla los populares. Sin embargo, a nadie se le oculta que el electorado puede castigar, con su abstención, a todos los partidos, por el bochonorso espectáculo vivido en la Asamblea Regional de Madrid, que ha obligado a repetir las elecciones.

El PSOE se juega el regreso a la credibilidad y a la tranquilidad como partido, y el PP, que sale como favorito en las encuestas, pretende revalidar que el apoyo dado a la invasión y ocupación de Irak y las cada vez más radicales posiciones defendidas por Aznar no sólo no le van a perjudicar sino todo lo contrario. Y todo ello, a cinco meses de las elecciones generales. Por eso, la nueva llamada a las urnas de los ciudadanos de Madrid el próximo domingo 26 de octubre representa mucho más que el nombre de la persona que gobernará la Comunidad de Madrid en los próximos cuatro años.

Los resultados son clave para determinar con qué espíritu se enfrentarán los candidatos en marzo. Si el PSOE gana en Madrid, se habrán olvidado las luchas internas, las traiciones y las críticas en el partido. Y tendrá que concentrarse en las siguientes elecciones autonómicas, las catalanas, donde los pactos postelectorales que necesariamente tendrán que acordar los partidos que pretendan gobernar tendrán consecuencias en la política estatal. Para el PP, una mayoría absoluta en Madrid será un salvoconducto que acercará a los populares a las generales con moral de victoria.