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Se cumplió la primera parte del sueño: ver a Sus Majestades recorrer Palma rodeados de una comitiva digna del mejor cuento. La segunda, ver atendidas las peticiones de Melchor, Gaspar y Baltasar, que llegarán a primera hora de esta mañana. Los niños fueron, sin duda, los protagonistas de la cabalgata, miles de pequeños que no podían creer estar viendo todo lo que durante días atrás habían oído de boca de sus padres y amigos. Sorprendidos por la música, el color, los fuegos artificiales y los aplausos, miraban sin ver, muchos callaban aturdidos por la sorpresa, y otros explotaban en gritos y aplausos al paso de los Reyes de Oriente.

Fue lo mejor de la noche: observar cómo la ilusión es transparente en los ojos de los niños y cómo los mayores continúan manteniendo una tradición que, al margen de la parte comercial, sigue siendo el motor de la noche más mágica del año. Algunos privilegiados incluso pudieron llevarse a la cama un saludo de Melchor o una sonrisa de Baltasar. Otros, incluso tocaron el guante de su mano o se guardaron uno de los caramelos que fue lanzado desde su carroza.

La calle, el centro de Palma, fue el escenario del mejor sueño. Juan García, de 4 años, no podía articular palabra. Vio la cabalgata junto a su padre y apenas se soltó de sus brazos. Alba Solano, de 5 años, miraba y miraba a los Reyes. A su paso por Sant Miquel aplaudió llena de ilusión a su rey preferido, Baltasar. Ellos vivieron «su noche» con la mayor ilusión del mundo. El nerviosismo fue general antes y durante la cabalgata. No faltó quien rompió a llorar cuando los Reyes Magos se acercaron a tocarle la cabeza o quienes hicieron lo imposible por llevar a su casa un cargamento de caramelos. Fue su noche y hoy, sin duda, será su madrugada.

Amalia Estabén