Solíamos, tiempo atrás, presumir de ser la comunidad autónoma
más rica de España y una de las regiones más favorecidas de Europa.
Los datos lo avalaban: la renta per cápita balear era una de las
más altas del continente. Claro que esa abultada renta no llegaba a
todos, ni mucho menos, pues el grueso suele quedarse en manos de
unos pocos privilegiados.
Hoy la realidad es algo diferente. Hemos bajado en el ránking de
bienestar en el conjunto de España y ahora un nuevo informe sobre
las pensiones viene a confirmar que la riqueza no está repartida en
nuestro territorio.
De hecho, a pesar de gozar de esa supuesta elevada calidad de
vida, los pensionistas de Balears andan en la cola española, sólo
algo mejor que gallegos, extremeños y murcianos, tres de las
regiones más pobres del país.
¿Cómo explicar que toda una vida de trabajo proporcione a la
postre tan poco rendimiento? Varias son las razones, entre ellas la
peculiar estructura económica de las Islas, donde una economía
sumergida puede favorecer que no se cotice todo el dinero que una
persona percibe por su trabajo, reduciendo a la postre la cuantía
de las cotizaciones.
Sea por todo ello o por cualquier otra razón, lo cierto es que
nuestras viudas deben sobrevivir con pensiones medias de 388 euros,
una auténtica miseria con la que absolutamente nadie puede
permitirse una vida holgada.
Muchas veces hemos escuchado a los políticos defender la
«unificación» del país en materias como la educación o la sanidad,
pero tan urgente como eso o más sería homologar las pensiones, un
asunto clave para garantizar el bienestar y el desarrollo de una
nación, especialmente cuando la población envejece de forma
paulatina y constante.
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