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Menorca, Ciutadella en especial, ya vuelve a estar sumida en el mundo ideal que la acompaña en esta época del año. EDiumenge des Be marcó el domingo el inicio de una intensa y frenética semana, apenas sin lugar para el descanso y sí para el jolgorio y la algarabía colectiva. La histórica ciudad, de cuyas ventanas y balcones cuelgan más banderas que nunca, empezó a transformarse a primera hora de la mañana del domingo, tras una interminable velada nocturna pasada al albor del blanco radiante del cordero expuesto en la posada del Caixer Pagès de Migjorn. Las funestas predicciones que amenazaban con teñir de lluvia el deambular de s'Homo des Be por la ciudad estuvieron en un tris de confirmarse. Un chubasco cogió de improviso a los centenares de jóvenes que pasaban la noche en vela, así como a la mujer del Caixer Pagès, Esperança Ametller, que, a las cinco de la madrugada, ya había empezado a engalanar el cordero de 38 kilos que debía cargar sobre las espaldas su hijo Joan Xavier Enrich.

Durante buena parte de la mañana, los nubarrones siguieron cerniéndose amenazantes, copando el encapotado cielo ciutadellenc hasta que, tras el mediodía, el sol se adueñó del ambiente. No cayó el sofoco agosteño habitual en anteriores ediciones, ni quemó el asfalto bajo los pies del joven payés, pero tampoco el diluvio aún recordado de 1992. La temperatura no sobrepasó los 24,2 grados en todo el día, pero no volvió a llover. Eran las nueve en punto cuando efabioler Sebastià Salort asomó por la ventana principal del palacio de Cas Comte y, como acostumbra, miró al reloj antes de hacer sonar, por vez primera este año, el tambor y efabio que tanto enloquecen a Ciutadella.

Ése fue el punto de arranque para la comitiva des Be, un maratón festivo de casi quince horas, que se inició a las nueve de la mañana y no concluyó hasta la medianoche cuando, tras asistir a la beguda particular que ofrecía el Caixer Casat en la calle Conde Cifuentes, el séquito despidió al Caixer Senyor de la familia Olives que, tras cuatro generaciones de ausencia, preside de nuevo las fiestas de Ciutadella. El fin se produjo justo en el mismo lugar en que había empezado la festiva jornada que sirve de preludio a los días centrales de Sant Joan, en un Carrer Major des Born abarrotado de lado a lado, con miles de personas que asomaban sus cabezas desde la plaza de la Catedral hasta la plaza de Es Born. Entre medias quedaron 111 visitas y cuatro tocs de do, entonados con el tañido lastimero defabio. Momentos para el éxtasis festivo, pero a la vez para el recogimiento de quienes recuerdan a aquellos que ya no están presentes entre nosotros. También para ellos ayer dio inicio otro nuevo Sant Joan.

David Marquès