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Como cada fin de semana, son muchos los jóvenes mallorquines que se dan cita en el Paseo Marítimo para comenzar el viaje por la noche palmesana reunidos con los amigos alrededor de una botella para ir cogiendo e puntillo. A pesar de que el botellón está prohibido en toda España, aquí se vive una situación cuanto menos sorprendente.

Durante cualquier noche de un fin de semana se puede ver como un grupo de jóvenes está bebiendo en uno de los bancos del Paseo Marítimo mientras, a pocos metros de ellos, la Policía Local realiza un control de alcoholemia. Y nada cambia. ¿Por qué? Por una parte, los jóvenes alegan que la calle es de todos y que los locales ponen el precio de las copas por las nubes; por otra parte, están los indignados vecinos, quienes no pueden aguantar el estado que presenta el Paseo Marítimo un sábado o un domingo por la mañana, a lo que se suman los ruidos que sufren por las noches.

Tal vez, la solución pasaría por que los locales bajasen los precios de las copas y así la gente podría permitirse el beber en la discoteca y no en la calle. Por su parte, el Ajuntament de Palma ha tomado como única medida la de prohibir la venta de alcohol a partir de la medianoche. Con esto sólo ha conseguido adelantar el momento de la compra, pero no evitar que la gente beba en las calles. Cort debería ponerse manos a la obra e intentar resolver un conflicto que la ciudad arrastra desde hace ya demasiado tiempo. Una posible solución sería que los jóvenes mostrasen un mayor grado de civismo, ya que el problema no es que beban en la calle, sino el estado en que la dejan luego, así como el volumen de la música de los coches o el arrojo de desperdicios al mar. Si se reuniesen a tomar unas copas y luego recogiesen los restos seguro que no serían tantos lo vecinos que mostrarían su malestar por esta situación que es ahora en verano cuando alcanza su punto más álgido. Sin ir más lejos, este pasado sábado por la noche el Paseo Martimo parecía Jaime III al mediodía, lo que deja bien claro que, legal o no legal, esté bien o mal, guste o no guste a los vecinos, los jóvenes dicen «sí» al botellón. Si no se lo creen pasen, si caben, una noche de sábado o domingo noche por el Paseo Marítimo. Pablo Peral

Fotos: Serge Cases