El puerto de Palma ha vivido este verano una temporada más de
fuerte actividad crucerística que anima a diario las instalaciones
de la dársena de Poniente, entre los muelles de Peraires y el dique
del Oeste. Moles gigantescas formadas por sucesivas cubiertas de
apartamentos, según las últimas tendencias en diseño naval y que ya
forman parte de nuestro paisaje marítimo. Una presencia que, si
resulta llamativa durante las horas del día, adquiere peculiar
protagonismo por la noche cuando sus enormes estructuras encienden
sus miles de luces de proa a popa, destacando sus chimeneas con el
logotipo perteneciente a célebres compañías junto al nombre del
buque, con grandes caracteres, ubicado en el lugar más visible del
navío.
Cada noche de jueves el puerto de Palma ofrece todo un
espectáculo luminoso al coincidir a pocos metros de distancia tres
paquebotes cuyas luces superan en intensidad cualquier punto de la
ciudad. Son los nuevos cruceros italianos Costa Fortuna, de 101.000
toneladas, y Opera, de 58.000, junto al británico Thomson Spirit,
de 34.000, que atracan en las estaciones marítimas 1 y 4. El
Passeig Marítim es un buen punto para verlos en perspectiva, así
como el espaldón del dique del Oeste, desde donde sus refulgentes
siluetas pueden verse reflejadas sobre el espejo de agua de la
bahía. Un espectáculo que adquiere mayor relieve en el momento de
zarpar, cuando estos colosos del océano hacen oír su grave voz
mediante repetidos toques de sirena, audibles a millas de
distancia. Un momento emotivo entre torbellinos de agua removida
por las hélices y zumbidos de cabestrantes recogiendo las
estachas.
Gabriel Alomar
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