Una vez más, y por primera vez desde que los socialistas
llegaron al poder, debemos felicitarnos y felicitar a las Fuerzas
de Seguridad por un nuevo éxito policial contra ETA. Probablemente,
y por desgracia, no será el definitivo porque los terroristas no
tienen otro objetivo que seguir matando, extorsionando y atenazando
a la sociedad. Pero a partir de ahora les costará un poco más. O
mucho más. Porque la banda ha quedado descabezada y, más importante
aún si cabe, han sido desmantelados los principales -si no todos-
zulos y arsenales del terror.
Ha sido una operación limpia, eficaz, modélica, que seguramente
dará todavía mucho más de sí a través de los testimonios de las
muchas personas detenidas. Sin duda a ETA le costará recuperarse de
este golpe y quizá -ojalá- nunca consiga hacerlo.
Porque hay que reconocer que la labor policial ha sido decisiva,
pero también lo es el trabajo político y judicial, que ha terminado
por estrangular al entorno terrorista. Ya nadie se siente capaz de
representar a unos asesinos y prácticamente no hay quien se atreva
a defenderlos. Derrotados socialmente, excluidos de las
instituciones, difícilmente podrá resurgir en adelante una ETA como
la que hemos conocido.
El acoso de la gente de bien a los terroristas después del
trágico 11 de marzo ha terminado por crear un ambiente de asfixia
contra cualquiera que pretenda vivir con un arma en la mano. El
futuro sólo puede ser mejor.
Ahora queda inculcar a las nuevas generaciones una mentalidad de
paz, de entendimiento y de tolerancia para que las mentiras que
sustentan todas las opciones que justifican el uso de la violencia
caigan por sí solas.
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