Irak no tenía armas de destrucción masiva ni medios para
producirlas. No era una amenaza para nadie más que para los
iraquíes, que llevaban un cuarto de siglo sufriendo una férrea y
cruel dictadura. Pero Estados Unidos y sus satélites planificaron y
llevaron a cabo una guerra que ha acabado por derrocar al tirano
"eso gana la Humanidad, al menos", pero no ha conseguido dirigir al
país hacia el camino de la democracia, la igualdad y las
libertades. Más bien todo lo contrario.
No lejos de allí, en Israel, los niños parecen ser ahora las
únicas víctimas de un verdugo asesino que no sabe quizá distinguir
los límites del bien y del mal. Y si desde hace sesenta años nos
estremecemos con el testimonio infantil de una Ana Frank que
simboliza todo el horror que el ser humano es capaz de infligir a
sus semejantes, a día de hoy en aquellos pagos la realidad se ha
vuelto loca y quienes ayer eran víctimas hoy se convierten en
ejecutores.
«Días de penitencia» es el nombre que el Gobierno israelí ha
dado a una operación cuyo resultado es una simple matanza de
inocentes al más puro estilo bíblico.
Niños destrozados por la metralla, padres y madres desesperados,
nos visitan cada día en el televisor de nuestras casas. Nosotros
seguimos a lo nuestro, por supuesto, pero detrás queda un mundo que
contribuimos a crear y a alimentar. El desquiciamiento es tal que
parece imposible detener la locura y pararse a pensar por un
momento en lo que está ocurriendo. Cómo es posible que la zona más
caliente del planeta esté a punto de ebullición y nadie dé un paso
para evitarlo. Es más, Estados Unidos se encarga nuevamente de
paralizar cualquier iniciativa de la ONU para suavizar la
situación.
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