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Hace muchos años que se viene hablando de la creciente violencia en las escuelas y entre la juventud en general, pero el suicidio, recientemente, de un muchacho en el País Vasco, al parecer por las vejaciones a las que le sometían sus compañeros de instituto, ha despertado las voces de alarma. Ahora se celebra en Madrid una reunión de expertos sobre este asunto y las conclusiones no son nada esperanzadoras. Se habla de la influencia nefasta del cine, de la televisión y de Internet, pero si bien es cierto que estos estímulos antaño no existían, también es verdad que en otras épocas la disciplina a la que se sometía a la gente joven y las responsabilidades con que se les cargaba eran tremendas.

De ahí que se hayan unido varias componentes que, a la postre, llegan a poner los pelos de punta. Se dice que hay páginas web que incitan a la anorexia, al suicidio y al crimen. Seguramente es cierto, pero no hay que olvidar que los chicos bien educados, con una escala de valores firme y con una existencia medianamente feliz tendrán poco o ningún interés en este tipo de contenidos. Y ahí es donde se encuentra la clave de todo este asunto, en una eduación a prueba de todo.

Claro que en la sociedad que hemos construido los padres están cada día más ocupados en sus carreras profesionales y muchas veces los niños y jóvenes pasan demasiado tiempo solos o en compañía de la televisión. El problema no es, como creen algunos, la incorporación de la mujer al mercado laboral, sino un estilo de vida exageradamente exigente que nos obliga a trabajar hasta el agotamiento para mantener una condiciones de vida dignas, lo que limita nuestro tiempo libre y, a la larga, produce consecuencias negativas para la sociedad en su conjunto.