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A punto de poner punto final a nuestras crónicas sobre cooperación que por espacio de casi dos semanas está realizando el Fons Mallorquí de Solidaritat en tierras de El Salvador y Nicaragua, es justo reconocer, sobre todo por ellos, gente del Fons, del Consell y concejales de distintos ayuntamientos de la Isla -que están aquí pagándose sus viajes, de sus bolsillos o por ayuntamientos que representan-, que no ha sido un camino de rositas, ni unas vacaciones pagadas en hoteles de lujo frente al mar, si no hoteles más bien modestitos con habitaciones compartidas, en ocasiones hasta por tres. Desde el pasado día 26 de octubre, que es cuando llegamos a estas tierras, no hemos parado un solo día. Toque de diana casi cuartelero muy temprano, pues a las ocho de la mañana nos hemos puesto siempre en marcha. Y los días que hemos viajado, antes todavía. A ello añadamos la incomodidad de cómo hemos hecho los traslados, aunque nadie ha protestado por ello: Un jeep y dos pick-up, conducidos por Antonia Rosselló, Catalina Socias y Bernardí Coll, han sido nuestros vehículos con los que hemos recorrido caminos sin asfalto ni adoquines, y sí con muchos baches y, a veces, socavones.

Realmente, lo que se dice salir, sólo lo hicimos en tres o cuatro ocasiones, y encima, a la una, como mucho, estábamos de regreso en casa. Ya digo, no fueron más que pequeñas licencias que nos permitimos en el transcurso de un viaje, en el que en todo momento ha predominado el buen rollo, pero que no dejó mucho tiempo libre a quienes lo hicimos.

Nuestra ida a la zona montañosa de Matagalpa, en el norte del país, del domingo pasado, no la olvidaremos en mucho tiempo, y puede que no la olviden nunca aquellos a los que les tocó viajar en la carga de la camioneta, entre otros Pere Fullana, concejal de Algaida, que gran parte del recorrido lo pasó sentado sobre su duro suelo. Fue una jornada, además de larga y dura, en la que debido a las numerosas visitas a proyectos que tuvimos que hacer, no nos quedó más remedio que almorzar sobre la marcha, en plena campiña, a base de sandwiches de jamón y queso, regados con agüita y cerveza, que nos preparamos allí mismo, o mejor, que nos prepararon Fernando Rivera, técnico de Marratxí, y las citadas Catalina Socias y Antonia Rosselló, del Fons, la primera gerente, la segunda la delegada para Centroamérica. ¡Y qué ricos estaban! Como les digo, fueron especies de recreos que nos tomamos, una vez concluidos o antes de comenzar nuestros cotidianos trabajos que alternaban los viajes con las visitas y las entrevistas. Así, tras nuestra primera toma de contacto con la Finca de Santa Magdalena, en Ometepe, donde el Consell, como les conté, apoya un proyecto sobre turismo sostenido, María José Rodríguez y Margalida Pocoví se dieron un paseito, corto desde luego, en caballo y burra respectivamente. ¡Ah!, bueno. ¿Y qué me dicen del baño que se dieron en el lago Nicaragua, Bernardí Coll, Margalida Pocoví y Malen, tras regresar del volcán? Se lo dieron bajo un diluvio, sin quitarse las zapatillas con las que habían ascendido a la cumbre. En cuanto a la noche, tanto la de San salvador como la de Nicaragua, en general tienen poco atractivo, al menos entre semana. Por otra parte, la falta de seguridad, sobre todo en las capitales de ambos países, aconsejan quedarse en casa en vez de salir, cosa que el cuerpo agradecía tras el tute que nos pegábamos todos los días.

Pedro Prieto