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Jaume Matas fue reelegido ayer presidente del PP de Balears casi por aclamación, en un ambiente político radicalmente distinto al congreso que los populares vivieron hace dos años. La cita de ayer sirvió para demostrar que el liderazgo de Matas en el partido no sólo se ha reforzado, sino que ya no es discutido por nadie en las filas del PP, más allá de los muy poco significativos 18 votos en blanco obtenidos por Matas, de un total de 1.010 emitidos. Y no es el presidente el único que sale reforzado de la cita celebrada ayer en Palma. El PP ha demostrado que es un partido imbatible; si las elecciones se celebraran ahora, el PP repetiría con toda probabilidad la mayoría absoluta. El año y medio que lleva Matas al frente del Govern no le ha pasado factura.

Pero además de una formación imbatible en la actual coyuntura política, el PP ha dejado claro que es un partido cohesionado, sin fisuras, aglutinado en torno a un líder claro, al que todos sus militantes quieren de nuevo como candidato en las elecciones de 2007. Y es aquí donde los populares marcan la diferencia con respecto a las formaciones políticas de la izquierda balear, que todavía están tratando de recuperarse del golpe que supuso la derrota del Pacte de Progrés.

Sin embargo, el PP debe huir de peligrosos triunfalismos. El paseo que supuso ayer el congreso para Jaume Matas bien podía haber sido un camino de espinas si su sillón no estuviera ahora en el Consolat de la Mar sino en el despacho del líder de la oposición. La recuperación del poder ha servido para reforzar internamente a Matas y al PP pero, pese a las excelentes expectativas electorales, Matas debe ser consciente de la crueldad de una política que hoy te encumbra a las alturas y mañana te destierra al ostracismo.