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Metges del Món continúa su labor en la isla indonesia de Sumatra tras el 'tsunami' que azotó el sudeste asiático el pasado 26 de diciembre. La organización ha iniciado ahora lo que ha dado en llamar 'fase de consolidación'. «Una vez controladas plagas de hambruna y epidemias, lo más importante es consolidar nuestra presencia y hacer más eficaz la distribución de la ayuda internacional», tal y como apuntó ayer el médico mallorquín Miguel Àngel Ramon, coordinador de emergencia de Médicos del Mundo recién llegado del país, donde ha permanecido cinco semanas.

«El puerto de Calang, en la provincia de Aceh, es la zona más cercana al epicentro, a tan sólo 80 kilómetros del mismo. De sus 6.000 habitantes, menos del 10 por ciento consiguió sobrevivir al 'tsumani', la mayor parte de las víctimas fueron niños y mujeres ya que estaban en casa cuando llegó primero el terremoto y depués la gran ola. De hecho Calang se ha quedado con 600 niños».

«No somos los únicos mallorquines que trabajamos en la zona, de hecho la presencia del Fons Mallorquí de Cooperació, inmerso en el operativo de la Agencia Española de Cooperación, y la aportación de Apotecaris Solidaris, entre otras, es notable y muy de agradecer. En realidad, la corriente de solidaridad internacional que ha movido la tragedia carece sin duda de parangón».

El doctor Ramón hace 11 años que coopera con Metges del Món y, a pesar de su dilatada experiencia -ha estado en los escenarios de las grandes tragedias de la última década-, afirmó no haber visto nunca nada igual: «El volumen de destrucción, de sufrimiento humano causado por un fenómeno natural como este tiene pocos precedentes en los últimos 100 años», afirmó.

«Cuando pasas consulta médica te das cuenta de que llevan la tragedia en el cuerpo. Cuando les preguntas cuál es su problema, qué les duele; te comentan que no pueden dormir, que no pueden comer desde que llegó el tsumani porque perdieron a sus familiares, amigos, casas... Me atrevería a decir que cerca del 80 por ciento tiene una tragedia personal detrás. Con todo, tendrán que seguir viviendo; nunca había visto nada igual», destacó Ramón.

«La destrucción fue absoluta: sin puentes, carreteras, escuelas, viviendas... Calang quedó devastada e incomunicada y la población tuvo que ser desplazada a campos de refugiados improvisados con barracas y materiales de cualquier tipo. Esta circunstancia nos hizo tomar la decisión de trasladar el campamento desde Banda Aceh, donde nos situamos nada más llegar al país junto con la mayor parte de la organizaciones internacionales, hasta Calang».