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El fotógrafo Josep Planas Montanyà ha atrapado como nadie retazos de historia urbana que echó raíces entre los edificios que cobijaban el lento transcurrir de los días de esas personas que iban y venían marcando, paulatinamente, la vida social de nuestra ciudad.

Gracias a mi entrañable compañero de esta sección, «Imágenes de Ayer», una puede conocer la Palma en la que vivieron nuestros padres y abuelos. Planas Montanyà tiene un extenso archivo fotográfico de interesante material que debería exponerse, sin más dilación, en una importante institución cultural de Palma. Las Imágenes de Ayer que atrapó con el disparador de su Hasselblad nos permiten reencontrarnos con la vieja fisonomía de nuestras calles, los atuendos y vehículos de la época y los establecimientos desaparecidos. De hecho, La Compañía Hispanoamericana de Turismo es hoy la Farmacia Bagur, de la Plaza de la Reina.

También queda lugar para la ensoñación. Podemos imaginar que las dos señoras a las que les intenta vender ropa la mujer de raza calé eran hermanas y solían vestirse y calzarse igual, y compraron, en una tienda de «souvenirs», idénticos sombreros para paliar la canícula mallorquina. La vendedora ambulante seguramente vivía en el Jonquet y pensó que sería bueno que, si querían ligar a un buen «latin lover» mallorquín, debían renovar su vestuario y desprenderse de su mimetismo fraternal. De Planas ya lo creemos todo. Gran profesional de la fotografía, sus composiciones urbanas eran inmejorables.

Sabiendo que, para conseguir una preciosa foto de nuestras calas, se llevaba en el coche palmeras, macetas con geráneos y ropas de payés de varias tallas para vestir al modelo que se dejase fotografiar para componer una bella estampa de la isla, una se lo imagina pidiendo al señor que subía la calle Antonio Maura hacia la Catedral, a cuyos pies podía pescar en los límites del casco antiguo de la ciudad: «déjeme un momento la bicicleta, que la apoyaré bajo la taquilla de la agencia de viajes y tomaré una foto».

Antes la gente era mucho más confiada y en aquella ciudad «de la calma» uno prestaba todo, sin cautela, menos a su bendita mujer. Quizá no fue así. Planas tenía una tienda de fotografía en Antonio Maura y, paseante y gran observador, esperaba el día apropiado y el momento justo para conseguir, ayer, una fotografía como la que les mostramos hoy.