Es la más pequeña de las islas de Balears. Formentera cautiva a
todos los viajeros por su sencillez. No hay lujos ni ostentación
pero es un diamante, no en bruto, porque la mano del hombre ya ha
hecho mella en este pequeño paraíso.
Accedemos a él a bordo de un barco rápido que tarda unos 35
minutos en llegar al puerto de sa Savina. El billete no es caro, si
eres residente de Balears (62 euros dos personas y un coche) o
formenterenc (23 euros), pero para el resto, el trayecto se nota en
el bolsillo.
Una vez en tierra, la próxima tarea es alquilar preferiblemente
una moto, ya que, a pesar de que casi toda la isla tiene carril
bici, este medio de transporte es bastante caluroso para agosto.
Nosotras llevamos el coche por comodidad, aunque lo cierto es que
hubiera sido más oportuno alquilar un motorino.
La primera imagen de la isla nos hace pensar que es una pequeña
porción de tierra que conserva la magia de antaño pero,
desgraciadamente, combinada con la inminente masificación del
territorio. Y es que de sa Savina al pueblo de Sant Francesc te
encuentras con un pequeño polígono. Esta visión nos creó un
verdadero shock que fue menguando a medida que nos adentramos en el
interior de la isla en el que se sigue desarrollando una tranquila
vida rural.
Agosto no es buen mes para visitar Formentera, porque hay gente
por todo. Además, parece que el italiano es el idioma oficial, ya
que la isla está tomada por este turismo.
Samantha Coquillat
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