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Se llama Verónica Rodríguez y quiere ser torera. En realidad, está en ello. Se inicio a los trece años, con becerras, y desde agosto del año pasado torea novillos vestida de luces. No hace mucho ha sido elegida entre noventa novilleros de todo el país -han sido elegidos ella y otros diecinueve, entre ellos otra chica- para ir a Madrid y torear en la plaza de Vista Alegre en unos festivales taurinos que buscan nuevas figuras, donde, con un poco de suerte, puede consagrarse.
A todo esto les diré que Verónica es mallorquina, de Palma, de donde se fue cuando tenía apenas tres años, «aunque mi abuela, la madre de mi padre, sigue viviendo ahí. Cuando puedo viajo a la isla para estar con ella», dice.
Tras colgar el teléfono pensé que pude haberle preguntado si el nombre de Verónica se lo pusieron en honor a la mujer que secó el rostro de Jesús, por la calle de la Amargura, camino del Calvario, o por la verónica torera, aunque yo supongo, me inclino, vamos, que será más por ésta que por aquella.
Me comentó que su padre tenía un supermercado en Son Armadans, el Rocío, a la vez que era el empresario de las plazas de toros de Inca y Alcúdia. Por tanto, hoy mucha gente le seguirá recordando.
Seguramente por haber mamado el mundo del toro desde niña es por lo que quiere ser torera. Además, su hermano Manolo es banderillero de su cuadrilla. Y su padre, su apoderado. Como no podía ser de otro modo.
«De momento no gano mucho, pero como quien dice estoy aprendiendo, es suficiente», confiesa la chica, que compatibiliza el toreo con primero de Bachillerato en el instituto de Cieza, que es donde su padre tiene la finca con plaza de toros propia en la que suele entrenar, «aunque yo soy alumna de la escuela de tauromaquia de Murcia, gracias a lo cual iré en diciembre a Vista Alegre», añade, sin perder de vista, claro está, las novilladas que le salen, como la última, en Ronda. «¿La alternativa...? Dejemos que pasen unos años. No hay prisas».
Pedro Prieto
Fotos: Click