El tono nostálgico de sus palabras delatan un cierto
arrepentimiento. Sólo tres días después de haber cerrado el Bar
Cort, ubicado en la plaza del mismo nombre, Ovidio Martín siente
una gran añoranza que el tiempo apaciguará.
Este zamorano de nacimiento pero mallorquín de adopción -lleva
36 años en la Isla- y su esposa, Cati Ferragut, se hicieron cargo
del local el 17 de enero de 1990, dos días antes de las fiestas de
Sant Sebastià, huyendo del turismo de Peguera, donde tenían un
bar.
La mayoría de la clientela han sido funcionarios y políticos,
así entró con Ramón Aguiló aunque poco tiempo después le siguió
Joan Fageda y posteriormente Catalina Cirer. Asegura que el trato
con ellos ha sido muy bueno y destaca la humanidad y naturalidad de
la alcaldesa que en muchas ocasiones le llamaba directamente para
pedirle la comanda, sin utilizar ningún intermediario. Ovidio
recuerda que cuando le contó a Cirer su decisión de cerrar el bar,
ésta le apuntó «mientras estés por aquí cerca todo irá bien». Y es
que Ovidio ahora trabaja en el bar que estaba pegado al suyo, la
Granja, donde seguirá sirviendo a su clientela pero «no será lo
mismo», señala.
Asegura que ha llegado a tener mucha confianza con sus clientes
funcionarios y era «como uno más», tal y como le decían éstos.
Anécdotas ha habido muchas y de todo tipo. Recuerda así a un
cliente pintor que fue boxeador al que llamaban el millonario,
«pero que nunca pagaba».
Samantha Coquillat
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