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Aunque Nochebuena fue noche festiva, no se la puede considerar tanto como la del próximo domingo, Nochevieja. A pesar de todo, la gente desafió las frías temperaturas y salió, sobre todo los más jóvenes. La oferta gastronómica y de ocio era amplia. Los que no quisieron cenar en casa, pudieron elegir entre diversos restaurante, algunos con atracciones en la sobremesa. Tampoco se quedó corta la oferta de discotecas y bares. Incluso hubo botellón. Y, como no, la tradicional chocolatada.

Porque es costumbre, sobre todo cuando los maitines se han celebrado cerca de la medianoche, ir a tomar un buen tazón de chocolate con ensaimadas, cuartos o lo que apetezca. De los que salen de casa, a misa, pocos son los que regresan a ella para tomarlo, ya que suelen hacerlo en bares y cafeterías, algunas especializadas en este menester como, por ejemplo, Can Joan de s'Aigo. Chocolate recién hecho y ensaimadas que acaban de salir del horno, nada de recalentadas, sientan divinamente de madrugada a pesar de que la cena de la noche haya sido abundante y exquisita. También suelen apuntarse a la chocolatada los que después de la cena, o de los maitines, se han ido de marcha, y regresan a casa de madrugada. Porque qué mejor que meterse en la cama tras haber dado cuenta del rico chocolate con las no menos ricas ensaimadas.

Por tanto, las maitines y chocolatada son dos cosas que prevalecerán. Y no por aquello de que hay gente para todo, sino porque son dos tradiciones arraigadas, que se remontan a tiempos pasados y que nada las erradicará, puesto que nada puede con ellas. Lo que tampoco parece que pierde adeptos es la marcha de Nochebuena. Los más jóvenes se divertieron en los lugares de moda y recorrieron los bares de Gomila y el Paseo Marítimo, entre otros, que contaron con numerosas personas dispuestas a prolongar la velada hasta altas horas de la madrugada para celebrar por todo lo alto las fiestas.

Pedro Prieto