El Paseo Marítimo de Palma amaneció repleto de suciedad a causa del 'botellón'. Foto: JAUME MOREY

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La Navidad deparó ayer por la mañana dos imágenes de Ciutat bien distintas y contradictorias fruto de una Nochebuena ajetreada. Una fue la Palma vacía, sin coches y sin gente paseando y, otra, la Palma sucia, repleta de vasos y botellas que dejaron los jóvenes en el Paseo Marítimo tras el botellón.

La primera imagen es, sin duda, una Palma poco vista. Con apenas gente, ni coches en sus calles. Es la Palma que nos encontramos ayer alrededor de las nueve de la mañana. Vacía. Sin ruidos. Una Palma que había dejado atrás una Nochebuena más o menos tranquila, a la que los más recalcitrantes se resistían abandonar. Se les veía con cara cansada, andando lentamente, consumiendo el último cigarrillo de la Nochebuena y el primero de la Navidad. De vez en cuando, el silencio era roto por el motor de algún taxi, por el del pequeño vehículo de Emaya que trataba de adecentar la calle, o por el ladrido de felicidad del perro que conducido por el amo salía de cualquier portal a dar el primer paseo del día.

La segunda imagen empieza a ser demasiado habitual. En el Paseo Marítimo, poco antes del amanecer, concluía lo de cada fin de semana, el botellón, esa fiesta en la que los jóvenes disfrutan junto al mar bien provistos de botellas de alcohol. El problema se manifiesta al día siguiente cuando la resaca aparece vestida de suciedad. Vasos, botellas vacías, bolsas de plástico o restos de botellas rotas conforman un panorama desolador que se está convirtiendo en una tradición el día de Navidad. Los empleados de Emaya empiezan el 25 limpiando a fondo una zona que conocen bien ya que cada fin se semana tiene el mismo aspecto lamentable.

Pedro Prieto/ L.M.