Como cada domingo -y prácticamente como todos los días del año-,
Miquel del horno de sa Pelleteria y su gente se levantaron
temprano, antes de las cinco de la madrugada. Aunque este domingo
no fue como otro cualquiera, en que todo se centra en el pan, las
coques, los cremadillos y demás repostería. Ayer, había que hacer
todo eso y encima asar a la leña alrededor de 60 porcelles y
algunos pavos, algo que en aquella casa es tradición en Navidad,
Nochevieja y Año Nuevo.
A Miquel, poco antes de las nueve de la mañana le sorprendimos
cargando el horno con esos manjares que tres horas después de haber
cerrado su portezuela reaparecerían sonrosados, a punto de ser
comidos en algunos hogares palmesanos en el tradicional almuerzo de
Navidad. De este modo, a la señora de la casa, por el módico precio
de 10 euros, no sólo la dispensaban de tan engorroso trabajo sino
que, como se lo entregaban bien hecho, y muy a punto, seguro que
quedaba muy bien ante sus invitados, que la colmarían de
felicitaciones.
Según nos explicó Miquel sin dejar de introducir en el horno las
lechonas -algunas troceadas, algunas con patatas, y los pavos, que
como hemos dicho, estaban en minoría- «a cada uno se le adjudica un
número que coincide con el que entregamos a la persona que nos lo
trae. Así no hay equivocaciones. Lo dejamos en el horno por espacio
de tres horas a una temperatura de 250 grados. Que yo recuerde,
jamás hemos tenido la menor queja de parte de nuestros clientes, lo
cual es señal inequívoca de que han gustado». Miquel confiesa que
si de él dependiera, aceptaría más pedidos, «pero es que ni hay
tiempo ni tampoco tenemos espacio, y como se trata de hacer las
cosas bien hechas, con estos tenemos suficiente».
Pedro Prieto
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