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Al final, el largo y tedioso rifirrafe político que ha venido enfrentando a socialistas, 'populares' y catalanes durante meses ha impedido que el proyecto de Estatut de Catalunya llegara a la Comisión Constitucional con alguna posibilidad de salir adelante en términos más o menos satisfactorios para el tripartito. El acuerdo previo entre el Gobierno de la nación y los catalanes ha resultado imposible y a partir de ahora el texto tendrá que someterse a una operación de cirugía de la que saldrá seguramente tan cambiado que en nada se parecerá al original. Son cientos las enmiendas que han presentado al texto tanto socialistas como 'populares', en un mano a mano que está poniendo nerviosos a los catalanes. Lo triste, después de todo, es que el proyecto de reforma del Estatut venía avalado por más del noventa por ciento de las fuerzas políticas catalanas y eso representa a millones de ciudadanos y sus aspiraciones legítimas y democráticas.

Ahora tanto PSOE como PP están mostrando los dientes y si antes el Gobierno de Zapatero parecía buscar el acuerdo a cualquier precio, ahora muestra una dureza inusitada, dirigida seguramente a la búsqueda de votos desanimados. El PP también ha cambiado de estrategia; si hasta ahora su política era el 'no' permanente e incluso había presentado un recurso contra el texto, ahora parece aceptar las reglas del juego y se dispone a deslavazar el contenido del nuevo Estatut hasta dejarlo irreconocible. Dicen, algunos, que pretende desmejorarlo de tal forma que acabe retrocediendo por debajo de los niveles de autogobierno alcanzados en 1979.

En realidad, la negociación empieza ahora. Muy firmes tendrán que estar los catalanes para defender el grueso de su proyecto, porque en esto sí que socialistas y 'populares' están de acuerdo: hay que cortarles las alas como ya hicieran con el plan de Ibarretxe.