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La Sala de los Pasos Perdidos, en una emotiva metáfora, acogió el viernes un homenaje del Parlament balear a las víctimas del Holocausto judío, al conmemorarse el 61 aniversario de la liberación del campo de exterminio de Auswitchz. El vicepresidente de la comunidad judía en Balears, Abraham Barchilon, pronunció unas palabras que deben llegarnos al corazón, a cada uno de los ciudadanos de estas Islas y que, con especial énfasis, debemos transmitir a nuestros niños y jóvenes: «Hace falta aprender de la historia y, como nos demandaban las víctimas, no podemos olvidarlas». Ahí está la clave: recordar, tener siempre presentes los hechos más grandes y más miserables de los que es capaz el ser humano.

Corremos el riesgo, en estos tiempos de tecnologías veloces y superficiales, de minimizar las cosas. Se detecta una falta flagrante de reflexión, de meditación, de análisis y de debate. Los medios de comunicación no fomentan el diálogo, las familias no cultivan el arte de la discusión, de la conversación... ¿dónde están las tertulias tan de moda en otros tiempos? Hoy impera la prisa, lo fácil, lo cómodo y todo ello deriva en una sociedad huérfana de intelectuales, de analistas, incluso de políticos que sean verdaderos líderes, que despierten el respeto y la admiración de los ciudadanos independientemente de su ideología. Por eso la historia, con sus terribles lecciones de heroísmo y de dolor, sigue siendo un referente fundamental para comprender y conocer al ser humano y para sopesar sus capacidades.

Recordemos el Holocausto, pero conozcamos a fondo sus orígenes, el por qué se llegó a una situación semejante. Quizá si grabamos a fuego en nuestras conciencias cuál es el efecto del odio y del racismo podamos conseguir que algo así jamás vuelva a repetirse.