TW
0

Aunque permanece muy vivo en el recuerdo de muchos españoles, ya han pasado 25 años desde aquel bochornoso episodio protagonizado por militares y guardias civiles que trataron de devolver al país recién nacido a la democracia a los infiernos del militarismo. Todavía con muchos perfiles sin definir, la intentona golpista del 23-F ha quedado para muchos como una mancha imborrable que hizo más daño a la institución militar que a la joven democracia española. Y cabe destacar, como se merece, la decidida intervención del Rey en aquella larga noche.

Sin duda nuestra sociedad ha dado un giro de ciento ochenta grados desde aquel lejano 1981 en el que el teniente coronel Antonio Tejero entró a tiros en el Congreso de los Diputados cuando sus señorías se disponían a votar la investidura de Calvo Sotelo. La asonada quedó, por fortuna, en agua de borrajas, pero sus huellas todavía las estamos sufriendo, aunque ya de forma muy sutil.

Poco después de aquel capítulo negro el socialismo subía al poder, una idea inconcebible en los primeros años de la Transición y ya la transformación de España fue imparable. Pero la demostración de fuerza de los militares consiguió un efecto que se ha pagado durante muchos años: derecha e izquierda unieron sus manos para poner freno, para suavizar, un proceso autonomista que temían que se les fuera de las manos.

Por suerte la intentona no prosperó y, aunque todavía hoy seguimos sin conocer a ciencia cierta quién estaba detrás de esta maniobra, la democracia española salió reforzada y, en cierto sentido, vacunada frente a hipotéticas nuevas intentona. También quedó claro, a partir de entonces, que sólo había un poder, el poder civil, dependiendo de él el mando militar.

Hoy, España cuenta con unas Fuerzas Armadas que saben perfectamente cuál es su papel en un Estado democrático, sin ninguna semejanza con aquéllos que en 1981, llevados de un mal entendido patriotismo, intentaron dar un golpe contra la soberanía popular. Aquella noche de los tanques en las calles de Valencia y los disparos en el hemiciclo del Congreso de Diputados queda ya muy lejos.