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JULIÀN AGUIRRE
Acabada la guerra que enfrentó a serbios, croatas y bosnios y que dejó esta última región gravemente dañada, en 1999, una patrulla militar española que se encontraba en misión en Bosnia encontró a todos los miembros de la familia Gujic en un lamentable estado, en el interior de una cueva fría y oscura cerca de Libuski. Desde entonces los componentes de los diferentes contingentes desplazados a Bosnia se relevan en la tarea de ayudar a los Gujic. La familia está compuesta por tres hijos varones, con grandes discapacidades; uno de ellos, el pequeño Sasa, además sufría una grave enfermedad celíaca unida a una neurofibromatosis, y a la madre la salud tampoco la acompaña. El padre de familia murió de cáncer hace dos años.

A través de los servicios médicos del contingente español, Sasa fue evacuado a España junto con su hermano mayor, Suad, donde fueron tratados de sus enfermedades. Durante su estancia, los chicos se alojaron en los domicilios particulares de militares zaragozanos. Después de un año de convalecencia regresaron a Bosnia, donde por medio de la ONG española Cantabria por Bosnia se les proporcionó una vivienda digna hasta el año 2013, cuando finaliza la subvención que permite pagar el alquiler. Además de las citadas ayudas, los soldados -entre ellos los que proceden de Balears- les han ido proporcionando muebles, ropa, comida y especialmente medicinas para intentar en lo posible calmar los fuertes dolores de Sasa. La pensión que la madre obtiene es de poco más de 100 KM, que equivale a unos 50 euros y no llega a cubrir las necesidades mínimas. Por ello los soldados continuarán apoyando dentro de sus posibilidades y, también, limitaciones a la familia Gujic.

Al llegar a casa de Sasa sorprende la confianza de los chicos con los militares. Tanto el pequeño como los hermanos se abrazan a los soldados, que llegan con tres cajas llenas de comida, ropa y un juguete que le encanta a Sasa: es el capitán Cerezo, quien le entrega al chico un órgano, que no tardó en poner en funcionamiento para hacer sonar las notas musicales. La despedida también fue entrañable y los militares prometieron volver pronto de visita, pues a Sasa, al que le pueden quedar pocos años de vida, se hace querer.