Todos los entrevistados por este periódico -el funcionario del
Estado Juan Servera, el farmacéutico, Vicente Planas, el jugador de
fútbol del Eibar Pedro Mairata, el cocinero Carlos Abad y el
estudiante de Arquitectura Iñaki Reparaz- coinciden en señalar que
en sus ciudades la tranquilidad es la nota reinante, antes ya del
alto el fuego, y critican a los medios de comunicación que cuando
se habla del País Vasco sólo se informe del terrorismo, obviando la
cantidad de factores positivos que tienen estas tierras. Vicente
Planas. En 1995, Vicente Planas, propietario de dos farmacias en
las calles Sant Miquel y Llibertat, de Palma, se empezó a agobiar
de lo estresante de vivir en el centro de la ciudad. En ese momento
comenzó a tomar la idea de dejar Mallorca. Tras hablarlo con su
mujer, Lola, y sus tres hijos, Rómulo, Leyre y María, en 2002 se
trasladaron a Pamplona, donde adquirieron una farmacia en la calle
Mayor, en pleno casco antiguo de la ciudad. Leyre, que estudió
Farmacia en Pamplona, trabaja con su padre. «Nunca he tenido ningún
susto, sí he visto alguna manifestación por las calles, pero sin
violencia. Del tema político se habla poco, sólo con los amigos
íntimos y la familia porque no sabes qué piensa la gente». Su mujer
es de Zarautz, a donde suelen ir a menudo. «Ahí he visto a los
abertzales Otegi y Permach paseando tranquilamente mientras que
Gorka Landaburu (periodista víctima de un atentado) iba con tres
escoltas». Vicente también explica que familiares de su mujer, que
tienen una empresa de La gula del Norte (sucedáneo de la
prohibitiva angula) sufrieron un atentado en la empresa al estallar
un artefacto. «Cuando hablé con ellos vi que se lo tomaron con,
cómo le diría, con deportividad».
Carlos Abad. Hace un año y ocho meses que este joven de 26 años
se trasladó a San Sebastián para aprender los secretos de la cocina
tradicional vasca. Atrás había quedado su experiencia en el
restaurante Porto Pi y su trabajo en Londres en un restaurante con
una estrella de la guía Michelin. Natural de Palma, aunque su
familia vive en Llucmajor, sintió cómo alguna vecina de sus padres
estaba temerosa de que se fuera a vivir al País Vasco. «Lo que
hacen los medios de comunicación es amplificar todo lo que pasa
aquí. Claro que hay problemas, pero se vive con una tranquilidad
mucho mayor de lo que la gente de fuera cree».
Juan Servera. De todos los entrevistados, Juan Servera es quien
más años ha vivido en estas tierras. Estudió Medicina en Pamplona,
donde conoció a su futura mujer. Tras ejercer de farmacéutico en
Palma, en 1982 se trasladó a Pamplona. Actualmente es funcionario
del Estado y trabaja en el área de Sanidad del Gobierno de Navarra.
«No es que haya vivido alejado del terrorismo, porque estoy dentro
de la sociedad, pero afortunadamente en todos estos años no me ha
tocado de cerca». Juan comenta cómo ha visto en no pocas ocasiones
a cargos públicos con sus escoltas. «Para ellos el alto el fuego sí
que habrá supuesto un gran alivio» y añade que «mi familia de
Mallorca nunca ha pasado pena por estar viviendo aquí». Respecto al
alto el fuego, «lo considero muy positivo y soy medianamente
optimista».
Pedro Mairata. Pedro Mairata, de 27 años de edad, fichó el
pasado verano por el equipo guipuzcoano del Eibar tras haber jugado
en el Levante, Las Palmas y Constància. Vive en Durango, localidad
vizcaína situada a 15 kilómetros de Eibar y a 30 de Bilbao. «Visto
desde fuera sí que puede parecer que es una zona complicada para
vivir, pero una vez aquí te das cuenta de que se está como en
cualquier otra parte. Además, desde que llegué, en julio, todo el
mundo, desde el club hasta los compañeros y los vecinos, se han
portado muy bien conmigo». Pedro, natural de Mancor de la Vall,
comenta que en el vestuario apenas se habla de política. «Los que
más lo hacen son los jugadores vascos del equipo, pero siempre con
gran respeto»
Iñaki Reparaz. Es de Palma, aunque su padre es de Arbizu. En
Palma estudió euskera y desde septiembre vive en San Sebastián,
donde estudia 1º de Arquitectura en la UPV tras acabar el
Bachillerato en el Instituto Madina Mayurca, de Palma. «En clase
hay dos grupos, los de castellano y los de euskera. Yo estoy en el
de castellano porque mi euskera no es lo suficientemente bueno.
Ambos grupos tienen tiranteces. Constantemente en la universidad
hay concentraciones y pancartas. Iñaki cree que la gente de fuera
que viene a Euskadi «no hace esfuerzos por integrarse y, por otra
parte, los vascos miran demasiado los apellidos. Si son vascos eres
vasco, y si no, no. Todos deberían hacer un esfuerzo por integrarse
y por facilitar la integración».
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