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TONI LIMONGI
Desde 1977 la jornada del 1 de mayo se celebra en la legalidad. Pero hay que remontarse a finales del siglo XIX para conocer la historia y el significado de esta importante jornada.

Según el excelente estudio histórico de Antoni Nadal «El 1er de maig a Palma», «desde 1890, cada año un gran número de trabajadores ha acudido a la llamada de las asociaciones obreras para examinar la acción del movimiento obrero y hacer constar sus reinvindicaciones más urgentes». Esta celebración es esencialmente socialista, acordada en el I Congreso de la Internacional. Al igual que las principales ciudades del Estado español, en Palma también se celebró la primera jornada del 1 de mayo en 1890, y de la misma manera que en la mayoría de las ciudades, los organizadores la aplazaron al domingo día 4, para evitar el fracaso en día laborable. En ella se reivindicó la jornada de ocho horas, auténtica alma mater de las manifestaciones.

Dice Nadal que «el anuncio de la celebración del 1 de mayo fue recibido con temor, escepticismo y curiosidad en Mallorca. Como es lógico, los temores se extendieron entre los sectores más conservadores». Pese a las reiteradas llamadas al orden de la Agrupació Socialista y de la Federació de Societats Obreres (con una idea festiva de la jornada) en los quince primeros años de la celebración las jornadas estuvieron marcadas por las tensiones entre los obreros y los patronos (las fuerzas armadas, en segunda instancia). En 1891 explotaron dos petardos, en 1893 (primera vez que se hacía en jornada laborable) se procedió a la formación de piquetes.