Un palacio flotante.

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El yate más grande del mundo, perteneciente al recientemente fallecido rey Fahd de Arabia Saudí, el fastuoso «Prince Abdul Aziz», ahora en manos de su heredero, el rey Abdalá, quedó ayer atracado en el mayor pantalán del Club de Mar tras fondear el sábado en Portals, en su primera visita a Mallorca.

Con más de 6.000 toneladas y una eslora de 147 metros, sus dimensiones le equiparan a un buque de cruceros, aunque con un nivel de sofisticación muy superior. Su construcción, llevada con gran secreto en Helsingor (Dinamarca) según un diseño a cargo de Maeirform/D.Hicks, se prolongó durante 15 meses y ascendió en 1984 a 109 millones de dólares, cifra que en la actualidad se multiplicaría varias veces teniendo presente el incremento en los costes de la ingeniería naval.

Entre sus peculiaridades estructurales a lo largo y ancho de sus seis cubiertas, con salones donde el legendario lujo asiático se manifiesta hasta niveles oníricos, posee una gran piscina que, mediante un mecanismo automático puede convertirse en pista de baile nocturno, cuando la ocasión lo requiera. La profesión de la fe islámica en el país del profeta Mahoma se ve también reflejada en una mezquita que ocupa parte del barco. Las necesidades médicas del fallecido monarca se veían satisfechas a bordo con un hospital completamente equipado
Desde su entrada en servicio, atendido por una dotación de 60 tripulantes, el «Prince Abdul Aziz» ha sido utilizado por la familia real saudí, en el Mar Rojo desde su base en Jeddah, próxima al palacio del monarca alauita. Su habitual presencia en aguas arábigas se ha visto complementada con esporádicos cruceros de verano con destino a Grecia (Marina Glyfada) y la Costa Azul francesa, (Antibes), siendo ésta la primera vez que visita Palma.