El debate sobre el proceso de paz en el País Vasco celebrado en el Parlamento Europeo se zanjó con la aprobación de la propuesta socialista por una mínima ventaja de apenas diez votos, lo que pone de relieve que la profunda división que vive España con respecto a este asunto no hizo más que trasladarse a otro escenario.
Cuando menos habría que hablar de la inoportunidad del momento elegido para trasladar una cuestión tan sensible a la Eurocámara. Y si bien es verdad que el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, debiera mejorar la comunicación con el líder del principal partido de la oposición, Mariano Rajoy, no lo es menos que éste debiera adoptar una mayor lealtad institucional y no convertir el tema en caballo de batalla de la lucha partidista. Cierto es que la campaña electoral catalana y la proximidad de los próximos comicios autonómicos y municipales poco ayudan a serenar los ánimos, pero el esfuerzo en este asunto debe ser una prioridad.
Y, aunque fuera completamente imprevisible, el robo de armas en Francia llevado a cabo, presuntamente, por un comando de ETA en la víspera del debate se convertía en un elemento distorsionador que, con razón, intranquilizaba y elevaba las dudas sobre el camino hacia la pacificación.
Algunos europarlamentarios de otros países afirmaban que, en el futuro, es posible volver a traer a la Cámara el asunto y que las puertas no se cerraban definitivamente al acuerdo. Pero para ello es imprescindible que los dos principales partidos españoles se presenten con los deberes hechos y con una resolución consensuada. Y, además de las últimas actuaciones de la banda, la violencia callejera o las bravatas de Batasuna poco ayudan. Pero hay que agotar todas las posibilidades.
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