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El Gobierno y los 'populares' tienen otro nuevo motivo para discrepar. A la crisis política generada en torno a la lucha antiterrorista, hay que sumar el nombramiento de Mariano Fernández Bermejo como nuevo ministro de Justicia, en sustitución de Juan Fernando López Aguilar, candidato socialista a la presidencia de la Comunidad Canaria.

Rodríguez Zapatero ha colocado al frente de este ministerio a un hombre progresista y de perfil duro, que durante su época como jefe de la Fiscalía de Madrid tuvo varios enfrentamientos con el Gobierno Aznar, llegando a demandar al entonces ministro Michavila (PP) por una presunta ofensa moral.

La reacción del PP no se ha hecho esperar y se ha producido en términos muy críticos. Fernández Bermejo ha sido calificado por Eduardo Zaplana, portavoz del grupo parlamentario popular, de «ultra del PSOE» y de «la persona más radical que se puede poner frente de la Justicia». Para el PP el nombramiento del nuevo ministro se interpreta como una declaración de guerra y como un aviso: «Se trata de amedrentar a muchos».

A estas alturas de la legislatura, Rodríguez Zapatero no ha buscado a un jurista experto en la preparación de leyes -trabajo ya realizado por López Aguilar-, sino un fiscal de fuerte carácter y de firmes convicciones, para intentar solucionar algunas cuestiones pendientes, como la renovación del Consejo General del Poder Judicial. Obviamente, no parece que lo vaya a tener fácil para llegar a acuerdos con el PP. Pero habrá que darle tiempo. Por lo menos, los tradicionales cien días de cortesía que el partido liderado por Rajoy no ha querido darle. Lo que importa no es que se declare de izquierdas -¿no debería ser lo normal en un gobierno socialista?-, sino que haga bien su trabajo y que se logre una sustancial mejora en el funcionamiento de la maquinaria judicial. Si un político 'duro' consigue solucionar las tradicionales carencias de la Justicia española, bienvenido sea.