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Solemos ponernos guantes cuando tenemos que tocar algo que no queremos tocar, pero también para tocar las cosas más delicadas del mundo. Sí. La delicadeza pasa también por unos finos guantes blancos que no dejen huellas ni manchas ni rastro alguno. Supongamos que hay que manosear algún objeto de gran valor, o pasar las finas hojas de un libro único. Entonces enfundaremos nuestras manos sin dudarlo. Con ganas, incluso. No es un capricho, es un deber.

Si alguna vez acuden a la biblioteca de Can Sales y preguntan por los antiguos ejemplares de Ultima Hora, que salía con el fantástico subtítulo de «Periódico de Información, Literario y Artístico», les mostrarán unos tomos encuadernados de papel que parece que va a romperse, con bordes muy irregulares. Viejo. Espectacular.

Mucha letra y apenas ilustración. Deberán girar cada hoja con gran cuidado. Con las dos manos y delicadamente. Sabiendo lo que hacen. Y, por supuesto, con unos finos guantes blancos.

Ahora que lo pienso, no debe de ser sólo porque el papel es fino y podría estropearse o mancharse. Lo importante es que los periódicos tienen que ser también nuestra memoria, ¿no? Sí. Seguramente es la memoria lo primero que conviene conservar. La memoria no se toca según cómo.

Neus Canyelles
Fotos: Jaume Morey