TW
0

Dos recientes informaciones han situado nuevamente en primer plano un problema que ninguna Administración parece querer abordar en su dimensión adecuada, el de los 'okupas'. Una 'incómoda' cuestión acerca de la que se piensa poco y sobre la que se actúa aún menos.

Por un lado, la violencia desatada en Copenhague tras el desalojo, y posterior derribo, de un edificio simbólico de la cultura underground, y por otro, la medida planteada desde la correspondiente Conselleria de la Generalitat catalana que podría obligar a sus propietarios a alquilar los pisos que lleven más de dos años desocupados, nos hablan de una situación que quizás requeriría actualmente una mayor atención con objeto de evitar la adopción de medidas tan drásticas. Posiblemente para centrar el problema en las coordenadas adecuadas habría que empezar por atender a la perspectiva que del mismo tiene el común de los ciudadanos.

Tanto las encuestas realizadas al respecto, como el sentir de la calle, muestran que casi nadie quiere 'okupas' y 'okupaciones', pero tampoco nadie quiere viviendas vacías. Es la pescadilla que se muerde la cola. En un caso, los propietarios temen que su vacío inmueble acerca del que tienen inconcretos proyectos se convierta en objeto de la atención de los 'okupas', mientras que por otro los vecinos próximos a ese hipotético inmueble suspiran por que se alquile de una vez y en él se instalen gentes que no creen conflictos.

Es evidente que las soluciones pasan, en primer lugar, por una política de vivienda mucho más razonable que la actual, y también por que se entienda el problema de los 'okupas' como un problema ciudadano, real y cuyas proporciones podrían ir en aumento, más que como una cuestión de orden público que se resuelve con mano dura administrativa y cargas policiales.