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La Llonja de Palma es uno de los edificios más bellos del gótico civil mediterráneo. Como ya es conocido, fue construida en el siglo XV (entre 1420 y 1452) bajo la dirección de Guillem Sagrera hasta casi el final de las obras. El atractivo del edificio ha motivado el interés de estudiosos como Jovellanos, Pau Piferrer, Josep Maria Quadrado, Gabriel Alomar, Alexandre Cirici, Antonio Jiménez y Joana Maria Palou.

En 1913, la Llonja fue declarada Monumento Histórico-Artístico Nacional y 70 años después, en 1983, se convirtió fue la primera sede del Parlament balear. Pese a toda su historia y sus indudables valores arquitectónicos y artísticos (del que, sin duda, el más popular es el Àngel de su portal principal), el estado de la Llonja está muy lejos de lo deseable. El mismo Àngel y otros elementos ornamentales (decoración escultórica y gárgolas) se encuentran en muy mal estado. La misma puerta del edificio presenta un deterioro evidente.

Parece que hay solución a la degradación del edificio después de que, hace unos meses, el Consejo de Ministros autorizara al Ministerio de Fomento la suscripción de convenios para subvencionar actuaciones con cargo al 1% cultural. En cualquier caso, el compromiso llega tarde, pues la degradación del edificio es ya acentuada y resulta increíble que una maravilla arquitectónica como ésta se haya deteriorado ante la insensible pasividad de las Administraciones.

Entre los proyectos del Ministerio está la financiación de 1,2 millones de la restauración de la Llonja, que el Govern pretendía iniciar este mismo año, aunque primero hay que salvar trámites burocráticos.

La restauración de la Llonja se ha convertido en una auténtica reivindicación histórica, por lo demás muy necesaria.