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Balears contaba en el último curso con 19.023 alumnos extranjeros, un 12,8 por ciento del total, lo que representa la media más alta de todo el Estado.

La presencia de inmigrantes en las aulas es común, diversa y, para los chavales que comparten horas de clase y recreo, una experiencia enriquecedora que no les parece «nada rara». Un hecho tan común que, incluso en el aula C de 1º de la ESO del colegio Francesc de Borja Moll tan sólo hay un estudiante español. El resto ha nacido en otros países, la mayoría europeos o latinoamericanos.

El colegio Francesc de Borja Moll de Palma se ha convertido en un ejemplo único de diversidad en la Islas. Cuenta con 1.200 alumnos y 33 nacionalidades diferentes. Alumnos de Ecuador, Guinea, Letonia, Cuba, Marruecos, Bulgaria, Brasil, China, Rumanía, Perú, Polonia, Bolivia, Argelia o Argentina, entre otros países, reciben clases como unos alumnos más. Algunos con problemas con el idioma y otros para aclimatarse a una nueva cultura. Chicos con historias diferentes, recién llegados, con familias dispersadas pero, con un único interés, llevarse bien y aprender... «lo justo».

Por ejemplo, Sara Tamesh es una alemana de 17 años que lleva viviendo en Palma desde los siete años cuando sus padres decidieron que «la isla de la calma» era el lugar perfecto para vivir y criar a sus hijos. Siempre ha estudiado en colegios públicos y lleva diez años viviendo en Palma, se siente una más. Ha aprendido español «al dedillo», aunque sin olvidar su lengua materna ni su país al que vuelve, en poco tiempo, ya que comienza a estudiar veterinaria en la universidad de Munich.

Otro ejemplo, Andrea Simona tiene 15 años y sólo lleva viviendo en España ocho meses, con su hermana mayor, ya que sus padres siguen en Rumanía. En este tiempo ha conseguido, según sus profesores, «hablar perfectamente castellano en un tiempo récord», aseguran.

Mykjaylo Dychenko procede de Ucrania, tiene 13 años y lleva viviendo en Palma un año y medio. Llegó sin saber hablar «ni una palabra de español» pero ya se siente uno más, aunque echa de menos Ucrania.

Eloy Ariza es un caso ejemplar. Es el único alumno español en el aula C de 1º de la ESO. Aunque nació en Granada, lleva viviendo en Palma ocho años y asegura que no se siente «nada raro» en clase porque, aunque «hablen con acentos raros, juegan al fútbol igual».

Con tanto alumno de distinta nacionalidad, origen, cultura y religión, el Borja Moll cuenta con un equipo docente «de altura» que intenta, en la medida de lo posible, «convertir el colegio en un segundo hogar para estos chavales».

María Castillo es, desde hace diez años y a pesar de estar superando un año muy difícil, la directora y capitana de este Arca de Noé; con mano firme lidia con alumnos, profesores, colegas y con un presupuesto que debería ser más alto para cubrir las necesidades de todos sus alumnos. Tanto María Castillo, como la jefa de estudios, Mercedes Lafuente, y dos de los tutores de las clases con mayor número de alumnos extranjeros (1º y 3º C), Francisca Verges y Marc Peris, aseguran que el año escolar que está acabando ha sido «muy tranquilo, marcado por el respeto y la buena convivencia, sin problemas de racismo ni alumnos especialmente problemáticos, aunque las notas podrían ser mucho mejor», asegura Mercedes Lafuente.