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El pacto de gobernabilidad entre PSOE, UM y Bloc, a falta de algunos flecos, es un hecho. El PP, que fue el partido más votado, ha visto fracasados sus tímidos intentos de pactar con UM. Después de perder la mayoría absoluta en Palma y en el Parlament, sólo le quedaba la opción de pactar con el partido de Munar, al que en la campaña pretendió dejar fuera de todo poder.

El PP, sumido ahora en una gravísima crisis tras la renuncia de Jaume Matas, lamenta que UM no haya querido pactar con él. Se queja de la Ley Electoral, una ley que no es nueva. Es la ley de siempre, que favorece a los partidos grandes, pero que también permite que los partidos pequeños se puedan coaligar. Matas y los dirigentes del partido conservador lo sabían y, pese a ello, diseñaron una estrategia de enfrentamiento de inusitada dureza contra el único partido que podía apoyarles si no conseguían la mayoría absoluta. El PP estaba obligado a perseguir ese objetivo, pero debería haber actuado con más inteligencia y haberse guardado alguna carta de reserva. Sólo había una carta posible: la de UM, que Matas y la cúpula popular quemaron irresponsablemente cuando fomentaron el odio a Munar. Después de lo dicho por el PP contra UM y la colaboración prestada por los conservadores al acoso mediático contra los nacionalistas, pensar que sería posible un pacto era una ingenuidad. UM ha hecho lo que el PP pretendía hacer con ellos.

Pero no sólo hay que detenerse en las malas relaciones entre ambos partidos. El PP se había alejado de UM y de la moderación cuando demostró poca sensibilidad por la defensa de la cultura y lengua propias, cuando se dejó influir por los sectores más radicales de la derecha española, cuando actuó más en clave madrileña que en clave balear, cuando toleró o incluso auspició que se generara en las Islas un clima político de gran crispación,... En este enrarecido contexto, en el que ha habido muchos damnificados, sólo existía un camino para el PP: la mayoría absoluta. Y no lo ha conseguido. El electorado no les ha dado los votos suficientes. Es fácil ahora dar toda la culpa a Munar, pero se equivocarían si no reflexionan sobre sus propios errores. Si hubiesen actuado con menos prepotencia y trabajado para establecer una alianza de centro-derecha con visos de permanencia -sin querer eliminar al partido minoritario-, hoy no estaría el PP lamentando su mala fortuna.