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esde el 24 de junio, en que el blindado español voló por los aires camino de la base Miguel de Cervantes, tenía ganas de regresar al Líbano. Sabía que las cosas no iban a ser igual de fáciles como la vez anterior. Y acerté.

Conseguidos los permisos de Defensa para poder entrar en la base española, me lancé a la aventura. Beirut, en vísperas de elecciones de dos diputados que ocuparían las plazas dejadas por otros tantos asesinados hace unos meses, seguía caótica en cuanto a tráfico y con las calles y plazas vigiladas día y noche por militares, a pie o en tanques, y policías ojo avizor, habiéndose incrementado el volumen de las alambradas en torno a los edificios oficiales, así como la vigilancia en las viviendas de políticos, ya fuera cristianos, chiíes o suníes, a la que no accedías si no te identificabas previamente.

Por otro lado, según me explicó Toni Sfair, un libanés cristiano muy vinculado con Mallorca -vivió en la Isla durante algo más de un año y su hermano está casado con una mallorquina-, moverse por el país no es sencillo, «y más si eres periodista, para lo cual tendrás que conseguir un salvoconducto en el Ministerio de Información». Pero el papeleo no terminaba ahí. David Xavier Guerrero, mallorquín residente en Beirut desde hace cinco años, y casado con una libanesa cristiana, me hizo saber que era necesario otro salvoconducto para recorrer las carreteras que conducen al Sur, que es donde está la base española, permiso que gacias a él logré, o mejor, logramos, pues Tony y él no se despegaron de mi lado durante los días que permanecí allí.

En la base española, a la que llevé la bandera de Mallorca y unas ensaimadas que me preparó en Miquel de sa Pelletería, hablé con dos militares mallorquines y luego visité el lugar donde estalló el coche-bomba que mató a seis soldados españoles y dejó malheridos a dos, entre ellos a un mallorquín.

Fue, ya digo, una experiencia -otra- que me hace querer más esta profesión, y que en los próximos días les contaré.